Todos sabemos que el ejercicio físico tiene múltiples beneficios para nuestra salud y que resulta fundamental para la prevención de un gran número de enfermedades, como las cardiovasculares, diabetes, osteoporosis… Sin embargo, existe un gran desconocimiento sobre que la actividad física también resulta muy beneficiosa para la prevención del cáncer. Y no sólo eso, sino que incluso ayuda en gran medida a mejorar los efectos secundarios asociados a los tratamientos y a la enfermedad, así como a reducir las posibilidades de sufrir una recaída.
Tanto es así que la Asociación Española Contra el Cáncer afirma que la actividad física regular y adaptada en los pacientes con cáncer produce beneficios en su estado anímico, aumenta la tolerancia al tratamiento, disminuye el dolor, la fatiga y prolonga la supervivencia. Ahora bien, siempre debe ser adaptado en forma e intensidad a la enfermedad, edad y condición física del paciente y realizado con la supervisión necesaria en un gimnasio terapéutico.
¿Qué tipo de actividad física está recomendada?
Es un error pensar que el reposo ayuda a recuperarse de enfermedades como el cáncer, ya que el sedentarismo aumenta la rigidez de las articulaciones, la pérdida de masa muscular y la dificultad para conciliar el sueño. Por el contrario, la actividad física ayuda a evitar la rigidez de las articulaciones, el agarrotamiento de los músculos, los problemas respiratorios y a un mejor descanso, ya que incluso reducirá el estrés y calmará la sensación de nerviosismo.
El tipo de ejercicio más beneficioso es aquel que ayuda a mantener una composición corporal adecuada, trabajando la masa muscular con los pacientes que la pierden, y trabajando un aumento del gasto calórico en los que tienen que perder peso. Por estos motivos, el mayor beneficio se obtiene al combinar el ejercicio aérobico con ejercicios de fuerza. Se trata de ejercicios muy suaves que pueden ser accesibles a la gran mayoría de los pacientes, que incluso pueden realizarse sentados. Ayudarán a mantener el equilibro de la composición corporal, consiguiendo de este modo un estado de salud y de calidad de vida.
Tras el tratamiento, o una vez superada la enfermedad, también será fundamental mantener una rutina de movimiento, ya que ayudará a conseguir un mejor estado de salud y a disminuir el riesgo de posibles recaídas.
Los beneficios del ejercicio durante el cáncer:
- Mejora la calidad de vida de los pacientes.
- Reduce la fatiga y cansancio.
- Disminuye el dolor
- Reduce la ansiedad y el estrés.
- Alivia los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos.
- Retrasa la aparición de debilidad y fuerza muscular, lo que se denomina sarcopenia.
- Disminuye el deterioro funcional y, por lo tanto, promueve la capacidad de vivir con independencia y favorece las relaciones sociales.
- Mejora la autoestima y disminuye el desánimo y la depresión.
- Tiene un impacto positivo en la supervivencia.
Pero para garantizar estos beneficios, es importante que los ejercicios sean pautados y supervisados y adaptados a la condición y al momento de la enfermedad. Por lo tanto, es muy recomendable contar con el asesoramiento de un entrenador personal que personalice cada programa de ejercicios a las particularidades y necesidades de cada paciente.